Humildad, talento y lucha
Por Gustavo Baquero
Al igual que muchos de los chicos del Urabá, su amor por el fútbol inició a los cinco años cuando aprendió a jugar con una pelota de plástico con sus vecinos y familiares.
“Mi hermano fue la primera persona que me motivó a jugar fútbol, nosotros no teníamos televisor, ni celular y aun así lo veía feliz cuando jugaba así que también lo hice, por eso fue mi primera fuente de inspiración”. Fue tal la motivación de su hermano que, a los 13 años, Jairo decidió inscribirse en un club para entrenar, sus padres aprobaron la idea de contribuir con su crecimiento como deportista y primordialmente como persona, Así llegó al
Club Deportivo La 25 Export de Chigorodó.
Desde la remota vereda Piedras Blancas de Carepa (Urabá antioqueño), Jairo recorría dos horas hasta su sitio de entrenamiento
“mi papá me recogía en el colegio, almorzábamos (cuando había tiempo) y salíamos en moto hasta la mitad del camino, como él no tenía papeles la policía no nos dejaba seguir, entonces yo debía coger un bus que me transportaba lo que quedaba del camino”. De forma nostálgica nos compartió como ambos emprendían esta travesía tres veces a la semana, enfrentándose además de la distancia, a las duras condiciones climáticas características de este sector y a otros peligros directamente relacionados con la problemática social que allí se vive. Vale la pena agregar que los días de partido en los torneos que participaban, generalmente programados los fines de semana, el equipo viajaba a los diferentes municipios y poblaciones de la subregión por lo que el esfuerzo para cumplirle a su club debía ser aún mayor.
“Mi mamá me empacaba comida para los viajes, yo siempre quería ir a jugar no importaba si me tocaba fiar los pasajes, el profesor y las madres de los compañeros también fueron un apoyo muy grande porque sabían cómo vivíamos y me ayudaban”.
La amistad con los compañeros, las enseñanzas de los entrenadores, las demás madres siempre solidarias, la felicidad de jugar la Liga y demás torneos y poder haber encontrado una verdadera familia en La 25 Export, son algunos de los recuerdos que
Jairito, como cariñosamente le decían en el club, llevará siempre consigo en un camino que ha sido difícil, pero a su vez colmado de momentos esperanzadores.
“Jugué con él en Urabá, es muy buen jugador, lo que más le admiro es su sencillez y disciplina, para mí le va a ir muy bien en el fútbol. Recuerdo que un día lo vi cabizbajo por no tener pasajes para ir a jugar a Necoclí, yo lo tranquilicé y le dije que se los daría. El sacrificio que hacía para venir a entrenar desde tan lejos era de admirar.” Recuerda Juan Pablo Torres, ex compañero de equipo.
“Cuando él llegó a nuestro club, en los entrenamientos notamos sus extraordinarias condiciones, sin duda un muy buen jugador. Pero aparte de lo deportivo destacamos valores como: su seriedad, la disciplina y la entrega, cumple con las condiciones para ser un jugador íntegro”. Wilson Torres Garcés, director técnico del C.D La 25 Export, se refiere con orgullo a un joven que la perseverancia le ha ayudado a forjar su destino.
“Marcó mi vida cuando estuve en su hogar y le sugerí buscar un equipo que entrenara más cerca, el inmediatamente me dijo que quería seguir con nosotros porque éramos quienes lo íbamos a ayudar a salir adelante”. Wilson ha sido clave en su rol de formador, tras indagar sobre las condiciones de vida de Jairo comprendió el compromiso que este tenía con el deporte, le dio la oportunidad de participar en los torneos de la Liga y en varias ocasiones lo presentó en diferentes clubes de la capital antioqueña. Finalmente, la Corporación Deportiva River Plate de Medellín le abrió sus puertas, club en el que actualmente continúa su proceso deportivo y personal encaminándose a ser un futbolista profesional.
“Viajar a Medellín implica muchas veces no tener donde quedarse en un buen lugar, no tener para ir a los partidos o el entreno puede quedar muy lejos de donde uno está viviendo. Cuando no tenemos conocidos acá, hay que aprender a ser responsables de sus propias cosas y de uno mismo, sin duda hacen mucha falta los papás, es muy duro. La recomendación que le doy a los chicos que vienen a jugar acá es que no se rindan, al final uno se da cuenta que todo el esfuerzo que se hace vale la pena, siempre hay que seguir adelante, entrenar más duro que los demás y ser una motivación para los compañeros y para uno mismo. Quiero llegar a la cima y decir: ¡Yo pude!”. Con tono eufórico y la frente en alto, un decidido Jairo Alberto González Bedoya de 18 años, continuará escribiendo su historia de vida mientras sigue luchando por alcanzar un sueño en el deporte del que se enamoró a los cinco años.